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El Mundo |29 DE MAYO DE 1917

Kennedy, cien años de un mito

Cien años después de su nacimiento, el mito de John Fitzgerald Kennedy, sigue más vivo que nunca en EEUU, donde muchos lo veneran como un símbolo de las esperanzas del país

Kennedy, cien años de un mito

“No preguntes lo que el país puede hacer por mi...”, la frase que quedó como ícono del día de su asunción como Presidente - efe

Por PEDRO ALFONSO (*)

28 de Mayo de 2017 | 01:27
Edición impresa

Mañana, 29 de mayo, el trigésimo quinto presidente de Estados Unidos cumpliría un siglo desde que nació en una casa relativamente modesta de tres plantas con un porche, radicada en el número 83 de la calle Beals en Brookline, a las afueras de Boston (Massachusetts).

“Mucha gente espera una mansión. Ellos (los Kennedy) pertenecían a la clase media cuando vivían en Brookline”, antes de llevar el opulento estilo de vida de la célebre dinastía, comenta el guarda y guía Jason Atsales, al diario local “Cape Cod Times”.

Los Kennedy eran el empresario y político Joseph Patrick “Joe” Kennedy y la filántropa Rose Elizabeth Fitzgerald-Kennedy, un matrimonio de origen irlandés que tuvo nueve hijos, siendo John -o Jack, como le llamaban familiares y amigos- el segundo.

El 29 de mayo de 1917, pues, comenzó en esa vivienda, transformada hoy en casa-museo, la intensa existencia del único presidente católico que, hasta la fecha, ocupó la Casa Blanca.

Pese a una frágil salud, golpeada por frecuentes achaques, JFK no defraudó a sus padres. Avido lector, reconocido donjuán y amante del deporte, Kennedy viajó por Europa, donde su padre fue embajador en Londres; se graduó en Humanidades con honores en la Universidad de Harvard y combatió en la II Guerra Mundial, de donde volvió como un héroe.

MAESTRO DE LA ORATORIA

Tras ejercer de congresista y senador en Washington, Jack alcanzó el cénit de su carrera política el 8 de noviembre de 1960, cuando se impuso como candidato demócrata al republicano Richard Nixon en unas reñidas elecciones presidenciales.

Bien es sabido que, durante su presidencia, Kennedy lidió con el fracasado intento de invasión para derrocar a Fidel Castro (1961); la Crisis de los Misiles de Cuba (1962), que colocó al planeta al borde de una guerra nuclear entre EEUU y la Unión Soviética; el impulso de la carrera por la exploración del espacio y el ascenso del Movimiento por los Derechos Civiles estadounidense, entre otros desafíos.

De su legado resuena con fuerza su genial oratoria, encumbrada en la famosa frase de su discurso de investidura pronunciado el 20 de enero de 1961: “No preguntes qué es lo que tu país puede hacer por ti; pregunta qué es lo que tú puedes hacer por tu país”.

Y todo el mundo conoce el trágico final de JFK el 22 de noviembre de 1963, cuando recibió varios impactos de bala en el centro de Dallas (Texas) que segaron su vida a los 46 años, un asesinato grabado a fuego en la memoria colectiva de EEUU.

Con motivo de su centenario, la imagen de Kennedy renace en el recuerdo de los estadounidenses. Esa imagen reluce en un sello postal emitido para celebrar los cien años de JFK.

La estampilla le ha gustado a Jack Schlossberg, nieto de Kennedy, quien cree que el sello simboliza “su creencia de que cada uno de nosotros tiene el poder de hacer de este mundo un sitio mejor”.

No cabe duda de que JFK cuenta en su país con una popularidad a prueba de encuestas, en las que suele aparecer entre los diez presidentes más queridos por sus compatriotas. El Sondeo de Liderazgo Presidencial, hecho el pasado febrero por el canal C-Span a más de noventa historiadores, coloca a Kennedy en el octavo puesto, por delante de Ronald Reagan y por detrás de Thomas Jefferson, en una lista de 43 mandatarios estadounidenses.

RECUERDO IMBORRABLE

Una de esas personas que no olvidará jamás el día del magnicidio es la señora Peggy, quien, a la pregunta de si recuerda esa jornada fatídica en Dallas, responde con un rotundo “¡absolutamente!”.

“Estaba trabajando en el Bank of America. Y alguien encendió la televisión. No me lo podía creer. ¿Por qué alguien querría matar a una persona tan maravillosa como Kennedy?”, relata la mujer.

La señora Peggy se enorgullece de trabajar como acomodadora en el Kennedy Center, el imponente templo de las artes escénicas de Washington a orillas del río Potomac, que toma el nombre del mandatario y rinde homenaje a su pasión por el arte.

En el año del centenario de JFK, la institución programó una serie de conciertos y espectáculos inspirados en sus ideales: el coraje, la libertad, la justicia, el servicio y la gratitud.

A unos diez minutos a pie del centro cultural se llega bordeando el río a Georgetown, acaso el barrio más pintoresco y elegante de Washington, donde pasear por sus calles adoquinadas supone una apasionante inmersión en la biografía de John Fitzgerald Kennedy. No en vano, Kennedy residió en Georgetown en su etapa de congresista y senador, antes de mudarse a la Casa Blanca.

JFK dejó una huella muy especial en el célebre “Martin’s Tavern”, un histórico pub cuya fachada amarilla ocupa la esquina de la avenida Wisconsin y la Calle N.

Cuenta la leyenda que Kennedy pidió matrimonio en el “Reservado 3” a la periodista Jacqueline Bouvier (más conocida como Jackie) el 24 de junio de 1953, tras regresar la joven de cubrir la coronación de la reina Isabel II de Inglaterra para el diario “Washington Times Herald”.

“Tanto a los visitantes como a los residentes les encanta sentarse en el ‘Reservado de la Proposición’ y escuchar su historia. Cada semana tenemos aquí dos o tres proposiciones. Quieren pedir matrimonio donde lo hizo JFK”, asegura Chrissy Gardner, responsable del establecimiento.

Al doblar la esquina, en el 3307 de la propia Calle N, Kennedy compró en 1957 una vistosa casa de ladrillo rojo visto como regalo para Jackie por el nacimiento de Caroline, la primera de sus dos hijos (el segundo, John, murió en 1999 en un accidente de avioneta).

SU PARROQUIA

Y al final de la calle, JFK acudía cada domingo a la Iglesia de la Santa Trinidad, la parroquia católica más antigua de Washington, en la que sus feligreses aún evocan al presidente y su familia. “Aquí fue bautizada Caroline Kennedy”, recuerda una parroquiana mientras el padre Kevin Gillespie declara a Efe que JFK “rezaba aquí” como congresista, senador y jefe de Estado.

El padre Kevin adelanta que la parroquia celebrará el centenario del “único presidente católico” de EEUU “a principios de julio” con un concierto de la Escolanía de Montserrat de Barcelona (España), uno de los coros de niños cantores más antiguos de Europa.

“Su espíritu todavía pervive”, señala el sacerdote, al subrayar que de Kennedy puede aprenderse como lección “ese sentido de la justicia que une la fe con la ciudadanía”, porque “ser un buen católico es ser un buen ciudadano”.

Ese “espíritu” se siente también a la entrada de la iglesia en una placa adherida a una verja bajo la sombra de un árbol, en la que se lee que “fue aquí donde (Kennedy) asistió a su última misa en Washington” antes de su asesinato.

Los restos de JFK yacen en el Cementerio Nacional de Arlington, a las afueras de la capital estadounidense, junto a los de Jackie, que murió de un cáncer el 19 de mayo de 1994 a la edad de 64 años. Cientos de visitantes, pertrechados de teléfono móvil a la caza de una foto inolvidable, rinden pleitesía a diario ante la austera lápida oscura de la tumba de Kennedy, en un repecho desde el que se divisan miles de lápidas blancas de soldados caídos en conflictos.

Sobre la losa del presidente brillan al sol monedas de uno y cinco centavos de dólar. “Tirar monedas es una tradición militar” que denota reverencia, aclara a Efe un portavoz del cementerio. De día y de noche, llueva o nieve, la tumba de JFK está alumbrada por la “llama eterna”.

Es un símbolo de que la memoria de John Fitzgerald Kennedy sigue viva y de que, como rezaba un pasaje de su discurso de investidura, “el resplandor de ese fuego puede iluminar el mundo”.

 

(*) EFE/REPORTAJES

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