Las zonas calientes de la Región: donde los golpes y los tiros son moneda corriente

Por una chica, por quién alienta más en la cancha, porque lo miraron feo, por quién vende drogas, por ser de la otra manzana o porque desconocen a su vecino en plena borrachera. Hay un montón de motivos por los que un dos o más personas se trenzan en una pelea a las piñas, puñaladas o tiros: la recurrencia de los casos en determinados barrios los convierte en focos de conflicto. Lo sabe la policía y lo palpan quienes viven ahí. Detrás de cada escenario hay víctimas potenciales que nada tienen que ver con el motivo de la disputa.

Un ejemplo usual y evidente son los enfrentamientos con arma de fuego, un ataque cruzado que más de una vez lastimó a inocentes. Los dos chicos -una nena de ocho años y un varón de siete- heridos a balazos en 17 y 81 dan cuenta de eso. Habían ido a comprar un helado y la ligaron de rebote por una pelea ajena, en la que un hombre le disparó a otro varias veces. Pasó hace tres meses y si no hubo más heridos fue porque otros testigos alcanzaron a refugiarse.

La mayoría de los jefes policiales asocian la conflictividad a los barrios de emergencia o asentamientos, en muchos casos conformados hace pocos años. Es decir, en cordones marginales o de reciente urbanización. En cada barrio la violencia se expresa por motivos diferentes.

el aliciente del alcohol

En términos generales, el exceso de alcohol o drogas en cada fin de semana funciona como aliciente de peleas. “Pasa mucho que se juntan a jugar a la pelota y porque se ‘bardearon’ o se pegaron una patada de más, después de un par de cervezas, se arma la hecatombe”, explica un jefe policial de Los Hornos. A esa clase de cruces se suman los enfrentamientos barriales, entre grupos de una cuadra con los de otra, o entre pibes que se insultaron por Facebook. También se dieron situaciones de “chicos que le robaron la novia a otros”, para dar lugar a un cruce que no pasaron de las piñas.

En esa localidad, los barrios “conflictivos” se asentaron sobre las zonas aledañas a las vías férreas en desuso, muchas veces sobre terrenos usurpados. Según la misma fuente policial, de diez peleas violentas sólo una se dirime a los tiros. “En Los Hornos son muchos los focos de conflicto, y en cualquiera de ellos puede haber problemas”, reconoce ese jefe, quien además introduce una cuestión casi folklórica para los casos menos graves: “Esto es lo lindo de un barrio, algo que en el Centro no pasa”.

a cuadras de distancia

En Melchor Romero, el fin de semana pasada dos hombres de 45 y 50 años se trenzaron en una pelea salvaje con armas blancas. Los dos terminaron acuchillados, con la diferencia de que sólo uno pudo huir de ahí: el otro terminó tirado en el pavimento a la espera de ayuda. Sin heridas graves, los dos terminaron internados en el hospital local. No se aclaró por qué pelearon, sólo que viven a tres cuadras de diferencia.

“Entre las localidades de Melchor Romero, San Carlos y Abasto, hay uno o dos casos por semana. Lo más común son los que terminan borrachos y se desconocen entre sí. En algunos casos se judicializa”, lanza un agente que se mueve en ese territorio. “Cuando se trata de peleas entre grupos, es más difícil para nosotros porque en general abandonan el lugar y ni siquiera nos encontramos con la víctima”, sostiene el mismo policía. En Romero, el barrio Santa Ana es visto también como foco de conflictividad cotidiana, con el agregado de los problemas típicos que surgen de un contexto de urbanización precaria.

El barrio Los Tobas suele albergar incidentes vecinales, dicen esas fuentes, aunque en menor medida que el borde que se extiende entre Los Hornos y San Carlos, en torno a un arroyo y entre las avenidas 143 y 149, con el eje en las calles 49 y 54.

Similar es la estadística semanal que ven en Berisso. Una autoridad de ese partido catalogó sin dudar al barrio Obrero como el foco más complicado respecto de esta cuestión. A decir de esa fuente, lo más usual siguen siendo las peleas familiares y vecinales con arma blanca.

Un caso particular es el que se da a la altura de ruta 11 y 98, a 30 cuadras de la Circunvalación y en el límite entre tres barrios a menudo enemistados: El Carmen, Aeropuerto y El Palihue. “Ahí la pelea es por ver quién maneja la venta de drogas”, arriesga Jonatan, que vive del lado de Berisso.

el mas guapo

En varios testimonios se asoma una cuestión en la que coinciden muchos: “La pelea también es por ver quién es más guapo”. En rigor, usan una palabra mucho más fuerte, pero el significado es ese. Como si se tratara casi de una disputa territorial, los choques son por el dominio de una esquina o cuadra puntual. O de otra manera, por el derecho a “parar” ahí.

Un jefe de la jurisdicción Octava, que abarca Villa Elvira y Altos de San Lorenzo, ratifica ese diagnóstico: “Se pelean por ver quién manda y eso se incrementa los fines de semana. En general, se suele denunciar cada caso”.

En la recorrida que este medio hizo por diferentes focos se recolectaron testimonios disímiles. Y hasta aparecieron postales que evidencian esta cuestión: a las 4 de la tarde de un día de semana, dos chicas adolescentes -de no más de 15 años- se insultan y se agarran de los pelos a la vista de todos y en la mitad de la calle, en 22 y 86. ¿Por qué discutían? A su alrededor nadie lo sabía. Por las dudas, ninguno se acercó para separar. A muy pocas cuadras de ahí todavía quedan los restos y el recuerdo de una auténtica pueblada. Fue en 2013: un joven de 22 años fue asesinado de un tiro en 24 bis y 87, porque se negó a darle las monedas para la cerveza que le pedían cinco hombres. El crimen desató la furia de los vecinos, que quemaron varias casas, incluida la del principal sospechoso.

Lo que también cuentan en Altos de San Lorenzo es que otro tipo de conflicto se da entre chicos pero a partir de que “uno fue al barrio del otro a robarle el celular a criaturas”.

No pasaron 20 días desde que en 19 y 80 se escucharon los estruendos de disparos. Por una mujer, dos hombres -uno el marido, otro el amante- casi se matan. Los tiros aparentemente fueron al aire.

“imposible de prevenir”

Más de un comisario coincide en que las peleas de barrio no son un delito que se pueda prevenir. Simplemente, ocurren cuando explota un resquemor o se da una tensión entre dos partes. Lo que le queda a los policías es interrumpir el conflicto, procurar la asistencia a las víctimas e investigar cada hecho. En ese punto, “los que primero se peleaban entre ellos después se terminan uniendo para atacar al patrullero”, aseguran casi todos los jefes.

La periferia platense arroja casos particulares. Uno es el que se vive en el barrio Savoia de City Bell y, sobre todo, en Villa Castells, en Gonnet. Al tiempo que avanzan las urbanizaciones cerradas, “hay lugareños que se quedaron y que suelen tener problemas con el resto de la gente”, aunque ese tipo de incidentes suelen estar originados a partir de un robo, según cuentan las autoridades. Algo similar se vive en la franja más retirada de Arturo Segui, en Villa Elisa.

Tolosa es un capítulo aparte, por las características de sus dos sectores más violentos. Por un lado, el enclave histórico de La Favela, famoso en este rubro. Aunque fuentes policiales aseguran que “ya no es lo que era en otras décadas”, un episodio ocurrido el jueves pasado en el que balearon una casa parece desmentirlo. Ese caso fue en 18 entre 524 y 525. Los agresores habrían atacado para echar a un hombre de su vivienda, para luego revenderla, según denunció la víctima. En el otro extremo, El Mercadito se abre como un terreno de difícil o nula penetración para los ajenos, donde la violencia es mito y también realidad.

cobrar con sangre

Ensenada también contiene a focos históricos (los barrios 5 de Mayo y UOM, más El Molino de Punta Lara) con nuevos (el San José de El Dique). ¿Los motivos más frecuentes de pelea? “En general los jóvenes no tienen un motivo. Sí suele pasar que en el contexto de un partido de Cambaceres, muchos se emborrachan y aprovechan para pegarse, por cuestiones viejas o no. En general ese contexto es el de descontrol”, contesta una fuente municipal dedicada al tema.

Desde esas oficinas detectan que hay tipos de violencia según cada barrio: “En el 5 de Mayo, el UOM y el Federal, el conflicto es por venta de drogas. También entra en juego la cuestión territorial y de quién es el que manda. En El Dique y Villa Catella hay mucha problemática vinculada a grupitos de menores. Tan violentos son a veces que sus propios vecinos les tienen miedo y por eso no los denuncian ni salen de testigos en un operativo. Por lo general, todos se terminan uniendo para echar a la policía a piedrazos”.

La semana pasada hubo un nuevo caso violento: a un hombre de 47 años lo remataron a tiros un adulto y su hijo adolescente. Si bien ocurrió en Perú y Güemes, en el casco urbano ensenadense, los detenidos eran del 5 de Mayo. Entre ellos habría una cuestión familiar que se terminó cobrando con sangre.