Vinos y dieta mediterránea: un maridaje que hace bien al corazón

En la dieta mediterránea, famosa por sus ingredientes frescos y sabores vibrantes, se encuentra una costumbre que intrigó, de igual manera, tanto a los amantes de la gastronomía como a los científicos: el consumo moderado de vino tinto. Durante siglos, en Europa se celebró el ritual de compartir una copa de vino con la comida, y hoy en día, la investigación respalda la idea de que este placer, aparentemente hedonista, puede tener beneficios para la salud.

Como forma de alimentarse que motiva a adoptar un estilo de vida, está caracterizada por un consumo abundante de frutas y verduras, aceite de oliva, pescado y granos enteros. Inclusive, fue reconocida por su capacidad para promover la salud cardiovascular y reducir el riesgo de enfermedades crónicas. Sobre esta cuestión, si bien no es un componente esencial, el vino tinto se ganó un lugar en esta dieta gracias a su potencial para aportar ciertos beneficios adicionales.

EL SECRETO DETRÁS DEL VINO TINTO

Uno de los elementos clave que hacen del vino tinto un protagonista en la dieta mediterránea es el resveratrol, un compuesto antioxidante que se encuentra en la piel de las uvas. Esta sustancia fue objeto de numerosos estudios por sus posibles efectos positivos en la salud. De hecho, se cree que puede ayudar a reducir la inflamación, mejorar la función cardíaca y proteger contra el estrés oxidativo.

El resveratrol se encuentra en las uvas y se transfiere al vino durante la fermentación

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El resveratrol es un polifenol que se encuentra en las uvas, especialmente en el hollejo y las semillas, y que se transfiere al vino durante la fermentación. Como se expuso, se trata de un antioxidante, antiinflamatorio, fitoestrógeno y vasodilatador que tiene múltiples beneficios para la salud humana .

Entre sus propiedades, se destaca su capacidad de prevenir el daño a los vasos sanguíneos, reducir el colesterol malo y evitar la formación de coágulos sanguíneos. Esto lo convierte en un aliado para la prevención de enfermedades cardiovasculares, como la arterioesclerosis, la hipertensión y los infartos.

Además, el resveratrol tiene efectos anticancerígenos, ya que puede inhibir el crecimiento de células tumorales, especialmente en el seno y la próstata. También tiene propiedades antienvejecimiento, pues activa una molécula que retrasa el deterioro celular y previene enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer y el Parkinson.

Hay distintas variedades de vinos tintos / Freepik

Esta sustancia no solo se encuentra principalmente en el vino tinto (ya que este se fermenta con los hollejos de las uvas por más tiempo que el vino blanco). También se puede obtener de otras fuentes, como el jugo de uva, las bayas, los cacahuetes y los suplementos .

El consumo moderado de vino tinto puede aportar una cantidad suficiente de resveratrol para aprovechar sus beneficios. Sin embargo, se debe tener en cuenta que el alcohol también tiene efectos nocivos para la salud, por lo que no se recomienda empezar a beber vino solo por esta razón. Lo ideal es consultar con un médico antes de consumir resveratrol o cualquier otro antioxidante.

SALUD CARDIOVASCULAR Y MÁS ALLÁ

Algunas investigaciones indicaron que el consumo moderado de vino tinto puede estar relacionado con una disminución en el riesgo de enfermedades cardíacas. Esta bebida nacional se asoció con el aumento del colesterol HDL (colesterol “bueno”) y la protección contra la formación de placas en las arterias.

Además de sus beneficios para la salud cardiovascular, el vino tinto también podría tener efectos positivos en la función cognitiva y en la prevención de ciertos tipos de cáncer. Sin embargo, es importante recordar que los beneficios del vino tinto están más presentes cuando se consume con moderación y como parte de una dieta equilibrada.

La dieta mediterránea se basa en el consumo de productos naturales y, acompañada de vinos tintos, puede favorecer a la salud / Pexels

LA CLAVE ES LA MODERACIÓN Y EL CONTEXTO

Es crucial subrayar que los beneficios del vino tinto se maximizan cuando se consume con moderación y como parte de una dieta mediterránea generalmente saludable. Excederse en el consumo de alcohol puede tener efectos negativos en la salud, incluyendo un mayor riesgo de adicción, daño hepático y otros problemas de salud.

Algunos vinos tintos ideales son Tempranillo, Malbec, Merlot, Cabernet o Pinot Noir

En conclusión, la tradición de disfrutar de una copa de vino al día como parte de la dieta mediterránea puede brindar beneficios para la salud, gracias a los antioxidantes presentes en el vino tinto, como el resveratrol. Sin embargo, es fundamental recordar que el consumo responsable y equilibrado es esencial para cosechar estos beneficios sin comprometer la salud. Como en todas las cosas, el equilibrio es la clave, y el vino tinto puede ser un acompañamiento placentero y saludable para una vida bien vivida.

CÓMO ACOMPAÑAR LA COMIDA CON ESTA BEBIDA

Existen distintos tipos de vinos tintos según su variedad de uva, su crianza o su grado de dulzor. Algunos ejemplos son el Tempranillo, el Malbec, el Merlot, el Cabernet Sauvignon o el Pinot Noir.

Para combinar comidas de la dieta mediterránea con estos distintos tipos, hay que tener en cuenta el sabor, la intensidad y la textura tanto del plato como del vino. En general, se recomienda seguir ciertas pautas.

Los platos ligeros y frescos, como las ensaladas, las verduras al vapor o las pastas con salsa de tomate, maridan bien con vinos tintos jóvenes, frutales y con poca crianza, como el Pinot Noir.

Una medida al día puede favorecer a la salud mental y cardiovascular / Freepik

Los platos más grasos y sabrosos, como los guisos de legumbres, las carnes rojas o los quesos curados, requieren vinos tintos con más cuerpo, taninos y crianza, como el Cabernet Sauvignon.

Los platos especiados o picantes, como el curry de pollo o las albóndigas con salsa de pimentón, se complementan con vinos tintos aromáticos y dulces, como el Malbec.

Los platos dulces o ácidos, como las frutas, los postres o las salsas a base de vinagre o limón, contrastan con vinos tintos secos y ácidos, como el Tempranillo.

Por ejemplo, una pasta con salsa de tomate y albóndigas, puede maridar con un vino tinto ligero a medio, que complemente la acidez de la salsa de tomate y resalte los sabores de la carne.

Una ensalada mediterránea con aceitunas y queso feta puede ir bien con un vino tinto joven y frutado, como un Tempranillo o un Pinot Noir, que armonice con los sabores salados.

Esta bebida nacional se asoció con el aumento del colesterol HDL (colesterol "bueno") / Web

En el caso de un pescado a la parrilla con hierbas aromáticas, se recomienda una bebida ligera y fresca, como un Merlot suave, que complementa la delicadeza del pescado y resalta las notas herbales.

Unas verduras asadas con granos integrales motivan una combinación con un vino tinto con cuerpo medio y taninos suaves, para equilibrar los sabores de las verduras y los granos.

Si se come una paella con mariscos, viene bien un Cabernet Franc que complemente la riqueza de los frutos de mar y la variedad de especias.

Un pollo a la parrilla con hierbas y limón puede ser acompañado por un Syrah o Malbec, que realcen los sabores del pollo y resalta las notas cítricas.

Por último, para acompañar una tabla de quesos y frutos secos, se sugiere un Cabernet Sauvignon o un Tempranillo reserva, que combine bien con una variedad de quesos y agrega profundidad al maridaje.